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Sombra de Luna * a H.P.Lovecraft, en homenaje Mi madre me obligaba a asistir al barbero cada dos semanas. Era un fastidio; siempre tenía que ser los domingos y prácticamente se perdía toda la mañana, que bien podría ser aprovechada para otra cosa. Eso sin contar con la molestia adicional de los pelos que se introducían entre la piel y la camisa, y el olor asfixiante de las lociones y talcos. Por eso siempre prefería ir a primera hora de la mañana, salir pronto y llegarme al campo de pelota más tarde. Con suerte era el primer cliente del día y entonces no todo se perdía. Hasta me queda tiempo para ver los cartelones del cine. No sé qué pensaría mi madre sobre lo diligente que me mostraba en cumplir sus disposiciones sanitarias, pero para mí esto era la aceptación de una fatalidad contra la cual ya no se podía luchar. Mi filosofía era tomar ese cáliz lo más pronto posible. Fuente de la imagen La barbería era una casa estrecha, de dos plantas; el piso inferior tenía dos largas